¿CÓMO ES QUE TENEMOS INTERNET?



El imperio de los estratégicos cables submarinos mundiales está en rápido crecimiento.

Con la explosión de Internet, los cables de fibra óptica han invadido progresivamente el sótano marino, con redes de varios miles de kilómetros, cuyo buen funcionamiento es vital para los países, los gobiernos y hasta las economías mundiales.

Estos cables son dos de las principales autopistas de datos que abarcan medio mundo. El FLAG (siglas de Fiber-optic Link Around the Globe) nace en Nueva York y termina en Japón, pasando por el Mediterráneo y el canal de Suez. Está dividido en tramos.

Estos cables, cuyo despliegue se ha producido en 20 años, están ahora repartidos en más de un millón de kilómetros, o, lo que es lo mismo, en 25 veces alrededor de la Tierra, de acuerdo con una Asociación Internacional responsable de su protección, la ICPC, International Cable Protection Commitee. Los principales “cableríos” se llaman Sea Me We3, miden 39.000 km y conectan a Japón, Alemania y Australia.

Teléfono e Internet se han convertido en importantes fuentes de la economía, por lo que garantizar la fiabilidad hasta el máximo es un imperativo para los fabricantes.

Dependiendo del medio ambiente y los peligros, los cables pueden establecerse en su ruta o enterrarlos tres metros bajo el lecho marino.

Hoy el cable submarino es óptico: unos finísimos pares de fibra de vidrio por los que circulan impulsos de láser a la velocidad de la luz. Cada pocos kilómetros dispone de relevadores que se encargan de realimentar los destellos para compensar la inevitable pérdida que sufren en su trayecto. Aunque la fibra óptica apenas mide un milímetro de diámetro, todos sus envoltorios y protecciones dan un diámetro final parecido al de una lata de gaseosa.




Desde que ese instaló el primer cable de fibra óptica, a mediados de los ochenta, su capacidad y velocidad no han dejado de aumentar. El primero que se tendió a través del Atlántico tenía una capacidad de 280 Mbits por segundo. El SEA-WE-ME 4, con sólo dos pares de fibra ópticas, alcanza los 10 gigabits por segundo por canal óptico. En total, a máxima utilización, puede llegar a 1.28 terabits. Alrededor del 75% de esa cifra corresponde a servicios de Internet.

Un terabit corresponde aproximadamente a medio millón de páginas mecanografiadas. En un segundo, pues, podría transmitirse al otro lado del mundo el contenido de una pila de papel de 50 kilómetros de altura. O 10 millones de llamadas telefónicas simultáneas.